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¡Quién sufriera una dictadura de Javier Milei!

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El recientemente elegido presidente de Argentina, Javier Milei, quería liberalizar la economía de su país a marchas forzadas para posibilitar el crecimiento de la riqueza desde el primer momento. Que eliminar regulación facilita la creación de riqueza por los emprendedores, creo que necesita poca argumentación. Y, en todo caso, yo tampoco podría mejorar la que dio el presidente argentino en la alocución con que presentó sus medidas, a la que remito al lector. Consecuentemente, Milei planeaba derogar un montón de normas que regulaban aspectos diversos de la actividad empresarial en su país, algunas de ridiculez apabullante.

La sorpresa viene cuando vemos que dichas normas liberalizadoras, que no hacen más que devolver la libertad a los individuos al eliminar restricciones administrativas para su actividad, sufren obstáculos en el Congreso argentino causados por los representantes de los mismos individuos a los que se va a dar más libertad. Obstáculos que llevaron al presidente a retirar su ley del debate parlamentario hasta nueva orden.

La cuestión que se suscita es a mi entender peliaguda: ¿pueden los representantes del pueblo oponerse a que se le devuelva al pueblo la libertad? Y es peliaguda porque, en el fondo, la discusión va de democracia y libertad, algo que amplias capas de la sociedad ven como idénticos.

¿Permiso para restituir la libertad?

El sentido común te dice que, si vas a poner obligaciones a alguien, le tendrías que pedir permiso y, posiblemente, explicar por qué dichas obligaciones, limitaciones de su libertad, son buenas para él. En cambio, si le vas a quitar las obligaciones que le estaban coartando, ¿necesitas su permiso? Es absurdo: se las podrás quitar y, si él quiere seguir teniéndolas, que se sujete a ellas voluntariamente.

Es por ello que los reyes de Castilla convocaban las Cortes cuando querían fijar un impuesto, pero no hay registros de que las convocaran para quitarlo. Nadie necesita permiso para quitar un impuesto, pero sí es necesario dicho permiso para ponerlo. De la misma forma, los Estados Generales que convoca Luis XVI, sin saber que supondrán su perdición, no eran para levantar los impuestos a los ciudadanos, sino para imponerles unos nuevos.

Con este análisis, es claro que Milei no debería necesitar ningún permiso para derogar aquellas normas que en la actualidad suponen mermas a la libertad de los argentinos. Lo podría hacer mediante lo que solemos llamar “decretazo”, sin tener en cuenta los organismos establecidos democráticamente.

Evidentemente, si hiciera esto, se le calificaría de tirano y antidemócrata. Pero, ¿cómo puede ser que un tirano reduzca voluntariamente su poder devolviendo la libertad a los oprimidos? Hay una clara contradicción in terminis. ¿Sería un tirano Milei por no aprobar sus decretos de liberalización mediante un procedimiento democrático? ¿No lo es, en cambio, quien aprueba medidas contrarias a la libertad, eso sí, por cauces democráticos (como, por cierto, hacen las instituciones europeas)? ¿Qué es más importante, vivir en libertad o vivir en democracia?

Libertad-democracia

Esa es la pregunta que tenemos que responder para determinar si Milei es un tirano o no. Desde un punto de vista económico, la respuesta no ofrece dudas: la libertad, el mercado libre, es el motor que permite el crecimiento de la riqueza y la mejor satisfacción de las necesidades de los individuos. Desde el punto de vista moral, para muchos tampoco ofrece dudas que la libertad es el valor superior, pero aquí ya no se puede soportar la respuesta científicamente. Empíricamente, todos recordamos o conocemos países “democráticos” de los que la gente huía o huiría si pudiera, empezando por la antigua República Democrática de Alemania, y alcanzando la República Popular Democrática de Corea (la del Norte).

A mí no me cabe duda de que tener libertad es mucho mejor que tener una democracia, y que la libertad es compatible con regímenes dictatoriales (entendidos como aquellos en que el pueblo no elige al jefe de Gobierno). En todo caso, lo que se observa en Argentina, y padece Milei, es que la democracia puede ser un obstáculo para la libertad, por extraño e increíble que suene.

Ánimo, Milei

¿En qué condiciones ocurre esta oposición libertad-democracia? Una de las razones evidentes tiene que ser la existencia de los privilegios a que hacía referencia en el artículo anterior: solo los privilegiados que están beneficiándose de la ausencia de libertad de la sociedad se pueden oponer a que ésta recupere aquella. De ello se deduce que la abolición de derechos-privilegios y la recuperación de la libertad son situaciones equiparables, la una va con la otra.

Solo queda animar a Milei a que siga por el camino que ha emprendido, de eliminar privilegios y devolver libertades a los argentinos, aunque ello le suponga la calificación de dictador (que no tirano) y antidemócrata. No tardarán en verse los resultados, y todos desearemos “sufrir” una dictadura como la de Milei. Tanto la deseamos que le acabamos de otorgar el premio 2024 del Instituto Juan de Mariana.

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1 Comentario

  1. Absolutely !!!

    Por ejemplo, la «política» científica de Milei supone lo mejor que le podría ocurrir a la verdadera ciencia argentina (esto es, hecha «por argentinos» o en la que participa personas argentinas):
    Un grupo de 68 premios Nobel advierte de que la ciencia argentina “se acerca al precipicio” por los recortes de Milei
    https://elpais.com/argentina/2024-03-08/un-grupo-de-68-premios-nobel-advierte-de-que-la-ciencia-argentina-se-acerca-al-precipicio-por-los-recortes-de-milei.html

    Y es que, con burócratas, NUNCA nadie descubrió nada de verdad… (por más dinero y recursos que se empleen). Podría poner un ejemplo práctico en una organización (o varias) españolas que se dedican a ello…

    Con una precisión (o rectificación, que me atrevo a hacerle a Milei –siguiendo a Hayek–) en relación a la idea que señala que «El Gobierno responde que sólo financiará investigaciones que aporten ‘un beneficio directo a la sociedad’”. Y es que, ex ante NADIE SABE (ni puede saber) cuál va a ser la ciencia (los proyectos) buenos, los que darán resultado (ni teórico ni práctico); ni más adelante, cuáles de ellos aportarán de verdad un beneficio directo a la sociedad.
    Es una idea equivocada esa de creer que porque esté más orientada en principio a cosas que parecen prácticas, en realidad lo va a acabar siendo. En realidad, suele ocurrir al revés: es la ciencia buena, aunque sea básica o teórica, la que ‘acaba’ resultando en aplicaciones prácticas… Y muchas veces la ciencia aplicada, que parece que «ya está» al borde de dar resultados prácticos muy útiles, es un bluf (acaba siendo en verdad un bluf).


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