La economía a través del tiempo (XXVIII): los griegos y la indignidad del holgazán

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Famosa es la frase de San Pablo que reza “el que no trabaje, que no coma” (2 Tes 3,10), una cita que se ha empleado para rebatir a aquellos que trataban de relacionar el cristianismo primitivo con una especie de idea escatológica extrema con un apocalipsis inminente. En ese caso, el apóstol deja claro que no hay que sentarse a esperar el fin, como si todo hubiera perdido sentido en este mundo, sino que es necesario trabajar y esforzarse, aquí y ahora. Además, esto también desmonta las interpretaciones liberales y marxistas que han querido presentar a los primeros cristianos como una especie de abolicionistas del trabajo. Con todo, la idea es común a varios periodos de la Antigüedad. En el caso que atañe a este apartado, los griegos primitivos ya consideraban la holgazanería como algo indigno y el trabajo como algo dignificador. Esto es algo que se ve de forma muy clara en Hesíodo (2006).

Es más, el trabajo humano se percibía como un elemento colaborativo, algo que diferenciaba del resto de animales. La “ley” que los dioses habían impuesto “a los peces, fieras y aves voladoras” era “comerse los unos a los otros, ya que no existe justicia entre ellos; a los hombres, en cambio, les dio la justicia, que es mucho mejor (Hesíodo, 2006, 78)”.

Esa justicia, propia de los humanos y que les aleja de aprovecharse unos de otros, tiene su base en una virtud: “El sudor que pusieron delante los dioses inmortales (Hesíodo, 2006, 79)”. Así, los griegos se centran en un consejo para ser justos:

Tú recuerda siempre nuestro encargo y trabaja (…) para que te aborrezca el Hambre y te quiera (…) Deméter (…) y llene de alimento tu cabaña; pues el hambre siempre acompaña al holgazán. Los dioses y los hombres se indignan contra el que vive sin hacer nada, semejante en carácter a los zánganos sin aguijón, que consumen el esfuerzo de las abejas comiendo sin trabajar. Pero tú preocúpate por disponer las faenas a su tiempo para que se te llenen los graneros con el sazonado sustento (Hesíodo, 2006, 80-81).

Es decir, Hesíodo (2006) pone el foco de forma insistente en la necesidad de trabajar y en su virtuosismo, afirmando que “si trabajas, te apreciarán mucho más los inmortales, y los mortales; pues aborrecen en gran manera a los holgazanes (81)” o que “el trabajo no es ninguna deshonra; la inactividad es una deshonra” (81).

Toda esta apología del trabajo no se hace con el único objetivo de animar al receptor de la época a seguir dicha virtud con rectitud, sino que también tiene un componente de reprimenda hacia los envidiosos. Lo deja claro el autor en las siguientes líneas, cuando pone de manifiesto lo siguiente: “Si trabajas pronto te tendrá envidia el indolente al hacerte rico. La valía y la estimación van unidas al dinero (Hesíodo, 2006, 81)”.

Es decir, con un soslayado insulto, el griego deja plasmada una crítica contundente a los que suelen practicar la envidia, y deja claro que la concepción social del rico, influida por este contravalor, es inversamente proporcional a su éxito. Palabras que se adaptan a numerosos contextos y que pueden relacionarse con los modernos defensores de la meritocracia y del esfuerzo como bases de la economía.

Hesíodo recalca que el trabajo tiene su recompensa y que es el origen de la riqueza. Y sentencia: “Una vergüenza denigrante embarga al necesitado, una vergüenza que hunde completamente a los hombres o les sirve de gran provecho, una vergüenza que va ligada a la miseria igual que la arrogancia al bienestar (Hesíodo, 2006, 81)”. En definitiva, para el autor, el trabajo hace dignos a los hombres, porque produce riqueza y calma las necesidades. La holgazanería, por contra, es la que causa el malestar y la escasez.

Bibliografía

Hesíodo (2006). Teogonía. Biblioteca Gredos

Serie La economía a través del tiempo

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