Economistas, políticos, periodistas y activistas variados se dedican a poner colores a la economía, cada cual, según su particular «enfoque». Este curioso hecho no se observa en ningún otro campo del saber: no oiremos hablar de una física «amarilla», una química «azul» o unas matemáticas «verdes». Esta adjetivación tiene una doble explicación: la primera, denomina metafóricamente ciertos sectores productivos; por ejemplo, la economía «azul» es aquella relacionada con el medio marino; análogamente, podríamos acuñar una economía «blanca» relacionada con las industrias lácteas. La segunda, es contraria a la ciencia económica, pues no describe leyes, sino que pretende una normatividad —política, jurídica, filosófica— proveniente de diversas ideologías: marxismo, ecologismo, igualitarismo, teoría de género, etc. Estas dos causas pueden solaparse.
Amarillo. Actividades productivas relacionadas con la ciencia y la tecnología. O sea, el capitalismo de toda la vida. ¿Y por qué este color? Según la psicología, el amarillo fomenta el pensamiento crítico, la creatividad y la inspiración (luego veremos que la creatividad artística es «naranja»). La economía amarilla hay que practicarla, pero poquito, no vaya a ser que cause desempleo. Algunos todavía no han entendido que una mayor tasa de capitalización hace subir los salarios reales y el nivel de vida de la población. Si el capitalismo es bueno, cuanto más mejor.
Azul. Aquí encontramos dos acepciones. La primera es la metáfora marina. La segunda, es ideológica y se atribuye al economista y emprendedor belga Gunter Pauli, que publicó, en 2010, su libro La Economía Azul: 10 años, 100 innovaciones, 100 millones de empleos. Pauli explora un enfoque sostenible para la resolución de problemas globales, inspirándose en los ecosistemas naturales, para encontrar soluciones eficientes y sostenibles. Sin embargo, la ciencia económica no nos dice como «debería» ser el mundo, sino cómo es realmente. El Sr. Pauli bien podría crear una empresa «azul» y demostrar que su teoría funciona en la práctica.
Blanco. Actividades o dinero legales. «Lavar» o «blanquear» el dinero negro es el proceso para que su origen parezca legal; por ejemplo, comprar secretamente un décimo de lotería premiado y luego cobrarlo.[1]
Gris. Actividades lícitas que incumplen la normativa legal y/o cuyos rendimientos no son declarados al fisco (i.e. facturar sin IVA). La economía informal o sumergida es fruto de la coacción estatal y crece con ella.
Naranja. Abarca sectores como la música, el cine, la moda, el diseño, los videojuegos, la publicidad, la literatura, la artesanía y otras formas de creaciones culturales y artísticas.
Negro. Cualquier actividad que el gobierno ha criminalizado mediante la legislación: producción y comercio de ciertas drogas y armas de fuego, contrabando de productos (tabaco), transporte fronterizo de personas, etc.
Rojo. Consumismo. Los defensores del planeta afirman que no deberíamos consumir aquello que no necesitamos porque merma la naturaleza, genera residuos y causa desigualdad social y económica. ¿Y qué es consumismo?: la subjetiva y arbitraria apreciación de que alguien consume más de lo debido. ¿Y cuánto es lo debido? Nadie puede saberlo. Por ejemplo, poseer más de un reloj de pulsera o más de 10 pares de zapatos podría ser «consumismo»; pero también hacer «demasiado» turismo, beber «demasiada» cerveza o comprar «demasiados» libros.
Rosa. La economía rosa reconoce que las personas LGBTQ+ (lesbianas, gais, bisexuales, transgénero y resto de identidades) son consumidores con preferencias y comportamientos económicos específicos. Esta etiqueta resulta innecesaria, pues el marketing, desde hace mucho tiempo, segmenta psicográficamente a los consumidores ofreciéndoles bienes acordes a su estilo de vida. Los empresarios, buscando el lucro, ofrecen todo aquello que los consumidores demandan sin importarles demasiado su vida personal. En el artículo (marzo, 2023) dedicado a la publicidad (I) vimos el peligro de pretender ganar clientes alineándose con la ideología de género.
Verde. Ecologismo. La economía verde ha sido reconocida por instituciones, gobiernos y «expertos» como una herramienta para lograr un desarrollo sostenible, social, económico y ambiental. Por ejemplo, la Comisión Europea presentó el «Pacto Verde», en diciembre de 2019, con el objetivo de transformar la UE en la primera región climáticamente neutra para el año 2050.
Conclusión. La economía de colores es un amasijo de ocurrencias ajeno a la ciencia económica. En el mejor de los casos, se trata de simples metáforas inventadas por diletantes y noveleros que buscan enfoques «originales». En el peor, se usa el lenguaje con intenciones normativas —políticas, jurídicas y éticas— cuyo último fin es la imposición espurias ideologías al conjunto de la sociedad.
[1] El ex-senador de Coalición Canaria, Miguel Zerolo, era un hombre muy «afortunado» en el juego: tuvo 145 papeletas de lotería premiadas.
Serie ‘El lenguaje económico’
- (XXXV) Lo social (III)
- (XXXIV) Lo social (II)
- (XXXIII) Lo social (I)
- (XXXII) El free rider
- (XXXI) La eficiencia
- (XXX) Los fallos del mercado
- (XXIX) Gasolineras
- (XXVIII) Dad al César lo que es del César
- (XXVII) Humanismo
- (XXVI) Publicidad (II)
- (XXV) Publicidad (I)
- (XXIV) El juego
- (XXIII) Los fenómenos naturales
- (XXII) El turismo
- (XXI) Sobre el consumo local
- (XX) Sobre el poder
- (XIX) El principio de Peter
- (XVIII) Economía doméstica
- (XVII) Producción
- (XVI) Inflación
- (XV) Empleo y desempleo
- (XIV) Nacionalismo
- (XIII) Política
- (XII) Riqueza y pobreza
- (XI) El comercio
- (X) Capitalismo
- (IX) Fiscalidad
- (VIII) Sobre lo público
- (VII) La falacia de la inversión pública
- (VI) La sanidad
- (V) La biología
- (IV) La física
- (III) La retórica bélica
- (II) Las matemáticas
- (I) Dinero, precio y valor
1 Comentario
Curiosa e interesante esta clasificación por colores. Hoy he aprovechado para leer también, el artículo sobre el Principio de Peter, libro que leí hace un par de años. Con su artículo me quedan claros ciertos aspectos que en su día, no supe entender.