Hesíodo dedica algún que otro párrafo de su obra Trabajos y Días a dar consejos de administración familiar a los griegos de la época. En general, el autor establece unas pautas muy concretas sobre la gestión de la vida cotidiana, cómo organizar el trabajo agrícola, cuándo sembrar o cosechar, qué animales conviene criar, cómo mantener la casa, qué precauciones tomar en el matrimonio o incluso en las relaciones con los vecinos (Hesíodo, 2026, pp. 83-100). Con todo, hay que aclarar que lo que realmente hace el conocido como el primer filósofo griego es recoger una serie de normas tradicionales que se habían ido transmitiendo de manera oral. Por ello, todo esto sirve, más que para conocer el pensamiento concreto del poeta heleno, para conocer las pautas populares de la Antigua Grecia.
Así, Hesíodo da forma a una serie de refranes, máximas campesinas, observaciones sobre el calendario agrícola, incluso fórmulas de sabiduría práctica. Es decir, no inventa de la nada esos consejos, sino que recoge, organiza y legitima un saber que ya circulaba en el medio campesino beocio, y lo eleva al rango de discurso poético con autoridad divina al usar a las Musas como inspiradoras.
Por ello, no extraña que buena parte de la obra se concentre en la economía doméstica o, incluso, en normas estrictas sobre cómo llevar un matrimonio. Hoy, muchas de esas máximas parecerían demasiado exigentes. Muchas de ellas tienen como objetivo el incremento del patrimonio, asunto que hace al tema digno de comentario en este espacio.
Por ejemplo, Hesíodo (2006) recoge una serie de pautas populares como la necesidad de que el hombre se case cuando no le “falte demasiado para los treinta años” ni “sobrepase en exceso” dicha edad (p. 98). Para la mujer, en cambio, exige que debe casarse al quinto año después de haber conseguido la juventud, lo que sugiere que debe hacerlo algo antes que su marido. Posteriormente, aconseja al hombre que busque una mujer con reputación y que sea de su misma población, lo que se puede interpretar como una manera de tener más referencias de su comportamiento y estar más seguro de que es la indicada para tal empresa.
Con todo, en el plano económico, las normas son aún más llamativas. Tanto es así que pueden llegar a impactar con la visión actualmente existente sobre el concepto de la prole en el mundo antiguo, que se suele asociar con un activo. Algo similar hace Malthus (), que en su famosa obra supone que en las sociedades menos desarrolladas “tiene que ser la miseria la que reprima la fuerza superior de la población” (p.71), es decir, que no se multiplique indefinidamente. No obstante, Hesíodo (2006) marca una pauta muy clara al crecimiento demográfico ya alrededor del año 700 a.C:
Procura tener un solo hijo, para conservar intacto tu patrimonio; pues así la riqueza crecerá dentro de tu casa. Y ¡ojalá te mueras viejo si dejas otro hijo! Para muchos hijos Zeus podría conceder fácilmente una envidiable fortuna; a más hijos mayor cuidado y también mayor rendimiento (p. 83).
Es decir, Hesíodo no cae en esas suposiciones, que muchas veces asumen los demógrafos de forma implícita, que implicarían concebir los hijos como un activo, como una parte del antiguo proceso de producción que se reducía al ámbito familiar. Muy al contrario, el poeta de la Antigua Grecia advierte de que es incluso preferible reducir la prole por el bien del patrimonio doméstico.
Un concepto de la familia poco sentimental, que llega al extremo de señalar los vínculos de sangre como endebles a causa de los compromisos cotidianos. Así, Hesíodo aconseja que, mientras “el salario convenido con un hombre amigo” debe ser suficiente para cerrar un trato, “con un hermano” hay que “poner delante entre bromas un testigo”, pues “sabido es que la confianza y la desconfianza pierden a los hombres” (p.83). No es que el hermano sea menos confiable que el amigo, sino que su relación es más valiosa y, por ello, hay que cuidar con mayor ahínco los contratos y acuerdos fraternos: “No consideres al amigo igual que tu hermano” (p.99).
En definitiva, el griego y la sabiduría popular de la época transmiten la importancia capital de la familia (y de su economía), y reconocen de forma más o menos explícita que las relaciones que sobrepasen el límite del hogar pueden generar conflicto, dando prioridad a los vínculos de sangre que a las ganancias. Vínculos que, en ocasiones, según estas normas, son mejores si no existen, como en el caso de los hijos que pueden impedir la evolución patrimonial de la familia.
Bibliografía
Hesíodo (2006). Teogonía. Biblioteca Gredos
Malthus, R (1970) Primer ensayo sobre la población. Alianza Editorial.
Serie La economía a través del tiempo
- (I) El estudio de la historia del pensamiento
- (II) Individuo y colectivo, comunidad y sociedad
- (III) El Estado y las formas de intervención
- (IV) La primera disciplina fue la economía
- (V) La educación y el trabajo para los sumerios
- (VI) Los impuestos para los sumerios
- (VII) La riqueza para los asirios
- (VIII) Urakagina, el primer Juan de Mariana
- (IX) La meritocracia y el ahorro para los egipcios
- (X) Los egipcios se adelantaron a Weber
- (XI) Los egipcios se adelantaron a Aristóteles
- (XII) La política económica de los egipcios
- (XIII) Jóvenes y estabilidad política para los egipcios
- (XIV) Riqueza y divinidad en la antigüedad
- (XV) Grecia y la economía como ciencia
- (XVI) Del oikos a la polis griega
- (XVII) Grecia, Hesíodo, la escuela austríaca y el buen conflicto
- (XVIII) La escuela austríaca y los sofistas
- (XIX) El error de Marx con el comercio griego
- (XX) Marx y el capital en la antigua Grecia
- (XXI) Adam Smith, Grecia, y la economía de guerra
- (XXII) Adam Smith y la riqueza del maestro griego
- (XXIII) La Ilíada y el poder del más fuerte
- (XXIV) Homero y la visión negativa del comercio
- (XXV) El comercio aristocrático griego en Homero y Hesíodo
- (XXVI) La edad de oro
- (XXVII) Hesíodo y la caja de Pandora
- (XXVIII) Los griegos y la indignidad del holgazán
- (XXIX) Los límites de la riqueza en Hesíodo