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El lenguaje económico (XLVI): eufemismos

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Eufemismo es una «manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante». En el ámbito económico, los eufemismos se utilizan frecuentemente para disfrazar la coacción, sea estatal o privada; por ejemplo, el recaudador intenta disfrazar la naturaleza violenta del impuesto empleando verbos —aportar, colaborar, contribuir, dar, destinar, pagar, participar, prestar, sufragar— que infieren voluntariedad en su pago. Las organizaciones criminales privadas emplean esta misma técnica, por ejemplo, miren como E.T.A. se dirigía al abuelo de Santiago Abascal: «Sr. ABASCAL, hace algún tiempo recibió Vd. una carta nuestra en la que le hacíamos petición de 10 millones de pesetas como contribución económica a la lucha del Pueblo Vasco […]». Muchos eufemismos se han instalado en el habla cotidiana, pero nosotros llamaremos hoy a las cosas por su nombre:

Contribuyente

El impuesto no es una contribución genuina, sino un pago forzoso. El cobro de impuestos es un acto violento, mientras que la contribución —dinero, recursos, servicios— es un acto pacífico y voluntario. Por ejemplo, nadie llamaría «contribuyente» a la víctima de un atraco. Hasta 1990, también de forma eufemística, el actual impuesto de bienes inmuebles (IBI) se llamaba «contribución» urbana. En definitiva, sería más correcto decir «confiscado», en lugar de «contribuyente».

«Lo que das vuelve»

Este es el reciente eslogan publicitario del Ministerio de Hacienda cuya finalidad es reducir la natural resistencia de todo ser humano ante la confiscación de su propiedad. Es un burdo engaño hacer creer a la gente que el dinero sustraído retorna a la víctima en forma de servicios estatales: sanidad, educación, infraestructuras, etc. El primer eufemismo es que el dinero de los impuestos no se «da», sino que es arrebatado violentamente por el fisco. En segundo lugar, observamos en el lema una falacia informal llamada «abuso de imprecisión» (Vega, 2007: 196) porque no es posible comparar la utilidad de lo que «vuelve» con la desutilidad lo confiscado.

Nadie puede saber si lo recibido —en su naturaleza, cantidad y calidad— es mejor o peor que lo sustraído. Inexorablemente, unos —consumidores netos de impuestos— reciben más que lo que «dan» y otros —proveedores netos de impuestos— reciben menos. Por tanto, es falso que la sociedad en su conjunto salga beneficiada. Lo que sí sabemos es que bajo un vínculo hegemónico (Estado vs. ciudadano), el que ordena se beneficia a expensas del que obedece. Solo un vínculo contractual —mercado— proporciona utilidad a «todos» los que intercambian.

Pero supongamos (a efectos dialécticos) que el Estado devolviera al individuo un bien cuyo precio de mercado coincidiera 100% con el dinero confiscado, por ejemplo, «regalándole» un décimo de la lotería de Navidad, previa confiscación de su importe exacto (20 €) ¿supondría ello una utilidad para la sociedad? La respuesta es no. Ganarían los loteros y el propio Estado (mayor recaudación fiscal) y perderían todos aquellos que no deseaban adquirir lotería.

Pagar el sueldo a los políticos

No es cierto que los ciudadanos «paguen» el salario a los políticos o funcionarios. El proceso es éste: las haciendas confiscan el dinero a los ciudadanos y los políticos ordenan el abono de específicas cantidades de dinero (nóminas) en sus cuentas corrientes, cantidades estipuladas por los mismos mediante votación. 

Período «voluntario» de pago

El colmo del cinismo es denominar «voluntario» al período de pago (sin recargo) de ciertos tributos municipales: I.B.I., tasa de basura, impuesto de circulación, etc. 


El pago de impuestos nunca es voluntario, ni antes, ni después de la fecha límite establecida para el pago; por tanto, una denominación más correcta sería período «ordinario» de pago. 

Redistribución de la riqueza

En una economía de mercado no hay tal cosa como «redistribución». «Todos los bienes, desde un principio, son siempre propiedad de alguien. Si se quiere redistribuirlos es preciso proceder previamente a su confiscación» (Mises, 2011: 947). Hablando en román paladino: el Estado confisca la propiedad privada y luego reparte el botín. Políticos y funcionarios son los principales beneficiados.

Solidaridad

Otros eufemismos se observan en el uso indebido de los términos «solidario» y «solidaridad». Por ejemplo, «impuesto solidario» es un oxímoron, pues, al igual que la caridad, la solidaridad genuina siempre es voluntaria, y si se impone mediante la coacción legislativa, dejaría de serlo. Las leyes no pueden aumentar la bondad, su función es otra: disuasión del crimen y, en su caso, resarcir a la víctima del daño ocasionado. Según Gracía-Trevijano, la solidaridad tiene valor jurídico, moral y religioso, pero no político. Cuando se habla de «solidaridad entre las regiones», en realidad, asistimos a un mecanismo coactivo de redistribución de rentas. Y cuando, refiriéndonos al sistema de pensiones de reparto, hablamos de «solidaridad intergeneracional», estamos ante un fraude piramidal o esquema Ponzi.

Bibliografía

Constitución española de 1978.

Mises, L. (2011): La acción humana. Madrid: Unión Editorial.

Vega, L. (2007): Si de argumentar se trata. España: Montesinos.

Serie ‘El lenguaje económico’

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