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El lenguaje económico (XLII): contraeconomía

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En 1974, en Los Ángeles (EE.UU.), el libertario Samuel Edward Konkin III, presenta su Manifiesto Neolibertario. El agorismo[1] es una filosofía política que aboga por la creación de una sociedad basada en el libre intercambio y la no agresión, siendo la contraeconomía su herramienta o plan de acción. Según Huerta de Soto (2011): «Estamos ante el primer texto de la historia que describe toda una serie de tácticas, estrategias y fases para llevar a cabo una práctica activista anarcocapitalista». «Contraeconomía», sin embargo, es un término que resulta confuso por su ambivalencia; es decir, sus resultados son económicos para quien la practica, pero contraconómicos para el Estado.

Planes de acción: ideología vs filosofía

La filosofía deviene en ideología cuando las ideas incorporan deliberados planes de acción en el ámbito social. Según Sánchez (1977: 120):

«La ideología es: a) un conjunto de ideas acerca del mundo y la sociedad que: b) responden a intereses, aspiraciones o ideales de una clase social en un contexto social dado y que: c) guían y justifican un comportamiento práctico de los hombres acorde con esos intereses, aspiraciones e ideales»

Las actividades ideológicas pueden ser pacíficas o violentas, según sean los medios empleados para la consecución de sus fines. Por ejemplo, las ideas de la Revolución francesa fueron acompañadas de una violencia inusitada: solo durante los meses del «Terror» unas 40.000 personas fueron asesinadas por ser (supuestamente) antirrevolucionarias; lo cual solo fue un pequeño anticipo de los 6 millones de muertos que ocasionarían las guerras napoleónicas en toda Europa. El siglo XX fue incluso peor: las ideologías colectivistas y estatistas —marxismo, comunismo, nacional-socialismo, fascismo, maoísmo—, de la mano ejecutora de los Estados, causaron unos 200 millones de muertos en todo el mundo.

La filosofía de la libertad

A excepción de la «contraeconomía», la defensa de la libertad y la propiedad no ha incorporado planes de acción, quedando restringida a acciones aisladas de individuos y a la actividad de intelectuales y círculos académicos: fundaciones, institutos, think tanks, etc. Esta ausencia de planes tiene su lógica: acorde con la máxima «vive y deja vivir», los libertarios no aspiran a ejercer poder, robar la propiedad privada u ordenar la conducta ajena. Frente al crimen organizado que perpetra el Estado, los individuos secularmente se han defendido de forma particular e intuitiva. Determinados preceptos religiosos, en cambio, fomentan conductas colectivas en defensa de la libertad; por ejemplo, los Testigos de Jehová y los judíos ortodoxos se oponen tenazmente al alistamiento militar. Los colectivistas, en cambio, son gregarios y se asocian frecuentemente para alcanzar sus fines.

El colectivismo, per se, no es bueno ni malo, todo depende si es o no violento. Por ejemplo, las comunidades monásticas o los grupos amish son colectivismos pacíficos y, por tanto, constituyen asociaciones legítimas. Por desgracia, lo que más abunda son las ideologías agresivas: comunismo, socialismo, igualitarismo, intervencionismo, estatismo, sindicalismo, feminismo, ecologismo, etc. Todas ellas apelan a la violencia del Estado para alcanzar sus fines, vía legislación.

Medidas contraeconómicas

Las más importantes y frecuentes pretenden eliminar o reducir el robo fiscal, ya sea de forma legal (elusión) o ilegal (evasión). Formas legales, por ejemplo, son el trueque, el exilio fiscal de deportistas a Mónaco, de jugadores profesionales de póker a Malta o de youtubers a Andorra. Formas ilegales, por ejemplo, es cobrar facturas «sin IVA», no declarar ciertos ingresos o realizar cualquier actividad económica informal (mercado negro). De alguna manera, todos somos naturalmente «contraeconomistas» en el sentido que siempre intentamos pagar menos impuestos, solo que actuando de forma particular, intuitiva y ocasional. Konkin III, como revolucionario, propone a los individuos tomar conciencia y actuar de forma concertada.

Si como decía Frank Chodorov (2002: vii): «Un gobierno es tan fuerte como lo son sus ingresos», combatir su poder requiere privarlo de recursos económicos. Esta estrategia, en el ámbito militar, se denomina «interdicción»:[2] impedir o interferir la llegada de recursos bélicos del enemigo al campo de batalla. La contraeconomía, análogamente, es la «interdicción económica del Estado», utilizando medios pacíficos.

Un agorista tampoco compra deuda pública por considerarla inmoral, es decir, no desea beneficiarse del robo futuro que implicará su redención. Muy probablemente, el uso de criptomonedas sea la medida contraeconómica de mayor calado y potencial. El dinero cripto es pseudónimo y, aunque el fisco lograra identificar al propietario, en última instancia, es inconfiscable y las cuentas inembargables. Su creciente popularidad es, sin duda, una seria amenaza para las haciendas gubernamentales.

Ámbitos no económicos

Para que el agorismo sea un movimiento efectivo es preciso un cambio en las ideas de un número creciente de personas. El Estado ya no es visto como un ente benefactor, sino un impostor o un «rey desnudo». Desenmascarar al Estado no es tarea fácil, dado su enorme poder propagandístico. La contraeconomía, por tanto, debe hacerse extensiva a otros ámbitos no económicos —político, jurídico, social, cultural, deportivo— rechazando cualquier tipo de prestación personal forzosa y/o colaboración con las autoridades y funcionarios.

El agorista se opone a la conscripción militar, pero también a otras formas menores de servidumbre, como la realización forzosa de servicios electorales (mesas), judiciales (miembro del jurado), demoscópicos (realización forzosa de encuestas del I.N.E.) o incluso deportivos (participación forzosa en selecciones nacionales). Por último, tenemos la abstención en actividades voluntarias que legitiman al Estado (elecciones democráticas), le nutren de fondos (compra de loterías y apuestas) o le dan voz (sintonización de canales de comunicación públicos o afines al gobierno).

Bibliografía

Chodorov, F. (2002). «The income tax: root of all evil». Ludwig von Mises Institute.

Konkin, S. (1980). Manifiesto neolibertario. Innesfree.

Sánchez, A. (1977). «Filosofía e ideología». Recuperado de: www.revistas.una.ac.cr. Pag. 117 a 124.


[1] Del griego, ágora: mercado.

[2] Del latín, interdicere: prohibir o privar de algo.

Serie ‘El lenguaje económico’

1 Comentario

  1. A favor de la contra economía viendo como se despilfarran nuestros impuestos con carácter subsidiario por parte de nuestros políticos que cada día tienen mas ideas peregrinas para que paguemos mas impuestos y no los veamos revertidos en nuestra mal trecha Nación.


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