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El lenguaje económico (XXX): fallos del mercado

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¿Por qué se afirma que el mercado tiene «fallos»? Según Schumpeter, el origen reside en las exigencias del positivismo económico: «El ascenso general del rigor científico acabó por producir la sustancia, aunque no el término, de lo que hoy llamamos teoría de la competición pura o perfecta» (Schumpeter, 2012: 1059). Los economistas matemáticos se vieron obligados a trabajar con esquemas estrechos de la realidad, fácilmente manejables, hasta simplificar sus planteamientos drásticamente.

Falacia ‘nirvana’

El modelo de competencia perfecta, como ficción, no es problemático: «el sistema de investigación típico de la economía es aquél que se basa en construcciones imaginarias» (Mises, 2011: 288); tal es el caso de la economía de giro uniforme o la tan conocida ficción robinsoniana (Rothbard, 2009: 10). El argumento de los «fallos» del mercado ha sido acuñado como falacia «nirvana»: «En la práctica, quienes adoptan el punto de vista nirvana pretenden descubrir discrepancias entre lo ideal y lo real y si las discrepancias son encontradas, deducen que la realidad es ineficiente» (Demsetz, 1969: 1).

Hecha la comparación entre un mundo ideal y otro real, resulta irresistible concluir que el segundo tiene taras, que la realidad es imperfecta o que el mercado es ineficiente y posee fallos. Como afirma Coase (2011: 77): «En el fondo se precisa bien poco análisis para poner de manifiesto que un mundo ideal es mejor que un estado de laissez-faire». Veamos cómo Samuelson y Nordhaus (2006: 33-34) introducen la engañosa comparación entre lo ideal y lo real, entre el modelo de competencia perfecta y el mercado, tal cual es:

Una economía de mercado ideal es aquella en la que todos los bienes y servicios se intercambian voluntariamente por dinero a los precios de mercado. Este sistema extrae el beneficio máximo, los recursos existentes en la sociedad sin intervención del Estado. Sin embargo, en el mundo real, ninguna economía se ajusta por completo al mundo idealizado de la mano invisible que funciona sin dificultades. Más bien, todas las economías de mercado tienen imperfecciones que producen males como una contaminación excesiva, desempleo y extremos de riqueza y pobreza. Por este motivo, ningún Estado del mundo, por muy conservador que sea, mantiene sus manos alejadas de la economía (…).

Samuelson y Nordhaus (2006: 33-34)

Políticos «insensatos y presuntuosos»

Estos autores ponen en boca de Adam Smith algo que nunca afirmó, a saber, que la «mano invisible» fuera referida de algún modo a un mundo ideal. Al contrario, el escocés describe la cruda realidad: «No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio» (Smith, 2011: 46). Segundo, Smith (2011: 554) tampoco parecía tener demasiada fe en la labor beatífica del gobierno:

Nunca he visto muchas cosas buenas hechas por los que pretenden actuar en bien del pueblo (… ) El político que pretende dirigir a las personas privadas sobre la forma en que deben invertir sus capitales no sólo se carga a sí mismo con la preocupación más innecesaria sino que asume una autoridad que no debería ser delegada con seguridad en ninguna persona, en ningún consejo o senado, y que en ningún sitio es más peligrosa que cuando está en manos de un hombre tan insensato y presuntuoso como para fantasear que es realmente capaz de ejercerla.

Adam Smith (2011: 554)

Por un lado, resulta patente que la acción humana no es «perfecta». Por otro lado, el concepto de «eficiencia» es equívoco en el ámbito humano. Solamente el individuo está capacitado para valorar si su conducta ha sido acertada o errada, y en qué grado lo ha sido, lo que depende de factores que solamente él puede valorar (Hayek, 1945).

Pero aun admitiendo, a efectos dialécticos, que el mercado fuera ineficiente o que tuviera fallos, constituye un non sequitur afirmar que «el Estado puede contribuir significativamente a curar la enfermedad» (Samuelson y Nordhaus, 2006: 34). La teoría económica de la Elección Pública ha puesto de manifiesto que «los fallos o costes que genera la intervención del sector público en las decisiones de los agentes económicos pueden resultar superiores a los que provoca el mercado» (Lasheras, 1999: 25).

Economía metafórica

Lamentablemente, la elección de metáforas y analogías por parte de algunos economistas no facilita el análisis racional del problema. Por ejemplo, dan a entender que el mercado es el «enfermo» y el Estado, el «médico». Incluso aceptando la dudosa tesis de que el libre mercado «infraproduce» ciertos bienes (i.e. defensa), no se sigue que el gobierno deba intervenir: «La afirmación de que el gobierno se debería involucrar en la economía privada es una conclusión moral, que solamente puede alcanzarse si existen argumentos éticos en las premisas» (Block, 1983: 3).

Los defensores del intervencionismo, al atribuir al Estado una función reparadora, tácitamente asumen una (discutible) superioridad. Para ser justos, «uno debe comparar el mercado con el Estado, no como uno desearía que el Estado se comportase en un ambiente ideal, sino como debe comportarse en el mundo real» (Hummel, 1990: 101).

Para apreciar más claramente la falacia nirvana imaginemos que un grupo de «expertos» construye un modelo de matrimonio perfecto: las aportaciones de ambos cónyuges son similares, la pareja nunca discute, el amor mutuo es idéntico y constante en todo tiempo y lugar, los esposos conocen perfectamente sus expectativas, deseos y necesidades, etc. Luego, analizamos la realidad matrimonial: infidelidad, asimetrías en el amor y en los trabajos, egoísmo, incomprensiones, riñas, etc. Por último, comparamos el matrimonio nirvana con el real y alcanzamos dos conclusiones: 1) La institución matrimonial es «imperfecta». 2) Sus «fallos» deben ser subsanados mediante la intervención del Estado. Razonando de esta manera, no hay institución humana que esté a salvo de la tiranía.

Bibliografía

BLOCK, W. (1983): «Public Goods and Externalities: The Case of Roads». Journal of Libertarian Studies, vol. VII, n.o 1, primavera, pp. 1-34.

COASE, R. (2011): «El Problema del Coste Social». Madrid: CIP-Ecosocial.Recuperado de <http://www.fuhem.es/media/ecosocial/File/Actualidad/2011/Coasepdf>.

DEMSETZ, H. (1969): «Information and Efficiency: Another Viewpoint». Journal of Law & Economics, vol. 12, nº 1 (april), pp. 1-22.

HAYEK, F. (1945): «El uso del conocimiento en la sociedad». Estudios Públicos. pp. 157-169. Recuperado de <http://www.hacer.org/pdf/Hayek03.pdf>.

HUMMEL, J. (1990): «National Goods versus Public Goods: Defense, Disarmament and Free Riders». Review of Austrian Economics, vol. 4, pp. 88-122.

LASHERAS, M. A. (1999): La regulación económica de los servicios públicos. Barcelona: Ariel.

MISES, L.  (2011): La acción humana. Madrid: Unión Editorial

SAMUELSON, P. y NORDHAUS, W. (2006): Economía. Méjico: McGraw-Hill (18ª ed.)

SCHUMPETER, J. (2012): Historia del Análisis Económico. Barcelona: Ariel.

SMITH, A. (2011) [1776]: La Riqueza de las Naciones. Madrid: Alianza Editorial.

Serie ‘El lenguaje económico’

(XXX) Los fallos del mercado

(XXIX) Gasolineras

(XXVIII) Dad al César lo que es del César

(XXVII) Humanismo

(XXVI) Publicidad (II)

(XXV) Publicidad (I)

(XXIV) El juego

(XXIII) Los fenómenos naturales

(XXII) El turismo

(XXI) Sobre el consumo local

(XX) Sobre el poder

(XIX) El principio de Peter

(XVIII) Economía doméstica

(XVII) Producción

(XVI) Inflación

(XV) Empleo y desempleo

(XIV) Nacionalismo

(XIII) Política

(XII) Riqueza y pobreza

(XI) El comercio

(X) Capitalismo

(IX) Fiscalidad

(VIII) Sobre lo público

(VII) La falacia de la inversión pública

(VI) La sanidad

(V) La biología

(IV) La física

(III) La retórica bélica

(II) Las matemáticas

(I) Dinero, precio y valor

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