La economía a través del tiempo (XXIX): los límites de la riqueza de Hesíodo

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Tras ver la importancia que los antiguos griegos daban al trabajo, pues en Hesíodo (2006, 81) es la causa de la riqueza, se puede dar un paso más y comprobar cuáles son las conclusiones a las que llevan estos razonamientos. Así, si la holgazanería se percibe como algo abominable y la laboriosidad como lo honroso, el producto de ambos comportamientos acaba encontrándose en una consideración similar. No hacer nada lleva a no tener nada y trabajar, a poseer el resultado del trabajo.

Es decir, existe en este autor ya cierta tendencia a considerar que lo que tiene cada uno es lo que se merece, dependiendo del grado de esfuerzo que haya llevado a cabo. Por tanto, el robo y la envidia se muestran como un desorden. Lo deja claro Hesíodo (2006, 81): “Para tu suerte, según te fue, es mejor trabajar, si olvidado de haciendas ajenas vuelves al trabajo tu voluble espíritu y te preocupas del sustento según mis recomendaciones”.

El griego pinta claramente la envidia, la fijación por las propiedades ajenas, como algo negativo. Robar, por tanto, es aún peor:

Las riquezas no deben robarse; las que dan los dioses son mucho mejores; pues si alguien con sus propias manos quita a la fuerza una gran fortuna o la roba con su lengua como a menudo sucede –cuando el deseo de lucro hace perder la cabeza a los hombres y la falta de escrúpulos oprime la honradez–, rápidamente le debilitan los dioses y arruinan la casa de un hombre semejante, de modo que por poco tiempo le dura la dicha (81).

En este texto aparece otra cuestión relevante. Aparte de la condena al robo, el autor esgrime una condena a la ambición desordenada, dejando ver que existen una serie de principios éticos que se sitúan por encima del deseo de lucro. Unos valores o virtudes que todo hombre de bien debe cumplir y no sobrepasar para que le vaya bien. Es decir, no vale simplemente con trabajar y tener riquezas, sino que todo el proceso debe de llevarse a cabo siguiendo directrices, siendo honrado: “No te hagas rico por malos medios; las malas ganancias son como calamidades (82)”

Hesíodo pone algunos ejemplos de comportamientos reprobables, como maltratar al que pide limosna o a un huésped, o el que insulta a su padre cuando es anciano, a los que les vaticina graves daños a causa de los dioses. Y, aunque pueda sorprender o parecer demasiado específico, el griego insiste en la necesidad de agasajar a los que viven cerca, pues “cuenta con un tesoro, quien cuenta con buen vecino”.

Así, como se ha mencionado, el respeto a la propiedad privada del otro es también uno de los puntos éticos esenciales para esa honorabilidad. El robo se plantea como una de esas condenaciones ante la divinidad:

El regalo es bueno, pero la rapiña es mala y dispensadora de muerte; pues el hombre que de buen grado, aunque sea mucho, da, disfruta con su regalo y se alegra en su corazón; pero el que roba a su antojo obedeciendo a su falta de escrúpulos, lo robado, aunque sea poco, le amarga el corazón; pues si añades poco sobre poco y haces esto con frecuencia, lo poco al punto se convertirá en mucho (83).

Por tanto, para los antiguos helenos es preferible regalar que robar. Un principio que sentencia con insistencia Hesíodo (2006, 83): “(…) es mejor tener dentro de casa; pues lo de fuera es dañino. Bueno es coger de lo que se tiene y un tormento para el alma necesitar de lo que no se tiene. Te recomiendo que medites estas advertencias”. Un respeto a la propiedad de tal envergadura que se lleva al extremo de considerar “dañino” a “lo de fuera”.

Bibliografía:

Hesíodo (2006). Teogonía. Biblioteca Gredos.

Serie La economía a través del tiempo

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