Competencia Fiscal (III): Oportunidad histórica para Argentina

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La República Argentina cuenta con una oportunidad única. En el discurso presidencial que dio inicio a las sesiones legislativas pronunciado este marzo de 2025, el señor presidente Javier Milei deslizó sus intenciones de promover la competencia fiscal entre provincias.

Concretamente expresó: “El estado nacional establecerá un piso mínimo para cada impuesto, sustancialmente inferior al total actual, y luego las provincias podrán elevarlo a su criterio, lo que indudablemente generará una competencia fiscal entre las provincias que dinamizará así sus economías”

La Argentina es un país interesante por donde se lo mire. La desigualdad inherente entre sus provincias propicia una oportunidad que debe ser aprovechada. Incluso, los diferentes niveles de desarrollo en infraestructura y servicios constituyen al mismo tiempo una ventaja en lo que respecta al estímulo competitivo.

En mayor o en menor medida las personas conocen alguna historia de cómo en algún tiempo pasado un determinado pueblo se volvió fantasma cuando la última empresa cerró sus puertas. Los impuestos desalientan la producción y en no pocos casos terminan por asfixiar a las empresas hasta llevarlas a la muerte. Las personas a la hora de invertir y establecer una empresa observan con atención la presión tributaria a la que deberán someterse, cuestión muchas veces definitoria.

Muchos tributaristas dedican años e investigaciones enteras en buscar la justicia, su punto o su grado, en los impuestos. Todos ellos cometen el error de olvidar -o desconocer- que no hay nada neutro en los impuestos ni mucho menos justo. Lo único justo sería la inexistencia de los impuestos. Existe un frenesí por diseñar el modelo fiscal ideal u óptimo. Sin embargo, en el esquema actual y en el punto de la historia de la humanidad en la que nos encontramos, los impuestos aún existen. Dicho esto, lo mejor que puede hacerse es reducirlos al mínimo posible y fomentar la competencia fiscal entre jurisdicciones.

A mayor abundamiento sobre estos aspectos se encuentran publicados en este Instituto otras dos publicaciones de mi autoría sobre el tema. (Competencia fiscal: el terror de los socialistas; y Competencia Fiscal: la terquedad perversa y primitiva de la OCDE)

Política Fiscal, caso Argentina

En Argentina existe un régimen de coparticipación fiscal que no es nada más ni menos que un mecanismo de distribución de recursos entre Nación y Provincias. Su esencia es el denominado federalismo fiscal, que se apoya en las siguientes ideas:

La ya mencionada desigualdad entre provincias. La coparticipación se defiende bajo la idea de que no todas las provincias tienen la misma capacidad para generar ingresos. Y que sin coparticipación algunas serían más ricas que otras. En primer lugar, esto es falso, y la curva de Laffer lo explica perfectamente. Un esquema competitivo y atractivo para las inversiones (que no castigue a quien quiera producir) es un imán para inversores y empresarios, elevando así los ingresos tributarios de las provincias. En segundo lugar, no hay nada nocivo ni injusto en la desigualdad. Incluso en la desigualdad de riqueza.

Otro argumento sobre el que se apoya la coparticipación es que permite unificar el sistema tributario aplicable y por lo tanto redunda en una recaudación fiscal más eficiente. Este argumento es endeble. La eficiencia no viene dada de la unificación de tener un sistema o muchos, sino de la simplicidad de los mismos, la transparencia y la seguridad jurídica. Pueden existir muchos sistemas y muy sencillos o un único sistema complejo, ineficiente y descoordinado.

Un último argumento que suele esgrimirse es el de la solidaridad y la equidad fiscal, que busca garantizar servicios públicos esenciales en todo el territorio nacional. En cuanto a la solidaridad, este concepto también está mal aplicado al ámbito fiscal. La solidaridad es voluntaria o no lo es. No existe solidaridad a punta de pistola. Dado que los impuestos son violencia en esencia, no puede calificarse de solidario el acto de pagar impuestos. Respecto de la equidad y la justicia caben los mismos contra argumentos antes comentados.

El fracaso de la coparticipación y los frutos de la competencia

En conclusión, suele decirse que la coparticipación ayuda a la unidad de Argentina y a su cohesión. La realidad es muy diferente. La coparticipación es el eterno debate entre gobernadores provinciales y gobierno nacional. La coparticipación, además de ser un problema irresoluble, es tierra fértil para el clientelismo político. Para la desidia y para la ineficiencia de los recursos escasos.

La realidad es que la mejor posibilidad que tiene una provincia con menor desarrollo económico y menor riqueza es, justamente, ser atractiva, cuidadosa y respetuosa del dinero de sus actuales ciudadanos y potenciales inversores. Y, además, ser eficiente en la utilización de ese dinero que no es propio (no es del estado). Deberá también brindar los mejores servicios posibles y garantizar el respeto a la propiedad privada. Siendo este el caso, una provincia A (podría ser el caso de Chaco) cuya riqueza y desarrollo económico es menor al de la provincia B (ejemplo, Buenos Aires), tiene posibilidades de atraer capitales foráneos y que nuevas y más empresas se instalen en su territorio. De esta manera, podría así obtener más recursos, empleos y en definitiva comenzar a dar pasos hacia adelante en cuestiones de desarrollo. El desarrollo económico es un camino que debe transitarse, no puede considerarse dado, y las supuestas ayudas en la práctica poco resuelven.

Al mismo tiempo, la acaudalada provincia B, se va a ver obligada a brindar mejores servicios con el esquema de ingresos actuales, con el objeto de que valga realmente la pena ese nivel de presión fiscal. O, disminuir su presión tributaria y evitar la deslocalización de empresas o que nuevas elijan A por sobre B. Impedir la competencia fiscal es privar a las provincias más pobres de una herramienta genuina, poderosa y justa para incentivar su desarrollo.

Como siempre, es muy sencillo ser solidario con dinero ajeno. La excusa del federalismo y la unión nacional son solo bonitas palabras que en la práctica no resuelven nada. La competencia fiscal es la única herramienta poderosa y justa -en un marco de Libertad- que permitiría a las provincias prosperar según el tiempo, energía y esfuerzo de sus habitantes. Al mismo tiempo presiona fuertemente a la casta política para ser cada vez más eficientes en el uso de los recursos que no les son propios. No solo se trata de la presión tributaria directa, sino también la indirecta, que es la inestimable cantidad de tiempo que los ciudadanos dedican a pagar sus tributos, llenando decenas de aplicativos y formularios, muchas veces repetitivos y complejos.

Por último, y como si esto fuera poco, además permite a los habitantes votar con los pies. Esto es sencillamente un verdadero acto de justicia y Libertad que todo ciudadano debe poder realizar. Sistemas fiscales o barreras físicas que impidan esto, y que eviten la competencia para comodidad de una casta política gobernante no es en absoluto deseable y nada bueno puede aportar. La construcción del Muro de Berlín en 1961 ya nos enseñó qué sucede cuando se intenta evitar que la gente vote con sus pies, es decir, decida huir hacia mejores condiciones.

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