Las similitudes entre Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990, y Javier Milei, presidente de Argentina desde 2023, son tantas que compararlos resulta casi inevitable. Sin embargo, es un asunto que muchos argentinos, comprensiblemente, prefieren evitar. Con motivo del centenario del nacimiento de Thatcher, que se conmemora el 13 de octubre de 2025, contacté con economistas de mercado de distintos países para conocer su opinión sobre la importancia histórica de la Dama de Hierro. Uno de ellos, argentino y amigo tanto de Milei como mío, pidió que se entendiera su silencio: «Aunque admiro a Margaret Thatcher en muchos aspectos —su determinación para aplicar reformas estructurales, su valentía para enfrentarse a intereses enquistados y su papel en la revitalización de la economía británica—, para un argentino es difícil olvidar lo ocurrido durante la guerra de las Malvinas».
La contienda de 1982 fue breve pero intensa: Argentina ocupó las islas y Thatcher respondió enviando una flota que, tras diez semanas, obligó a las tropas argentinas a rendirse. Ese recuerdo sigue siendo una herida abierta.
Aún así, las coincidencias entre Thatcher y Milei son evidentes. Ambos se guiaron por convicciones muy similares y adoptaron un estilo político con rasgos comunes. También enfrentaron contextos comparables: países que habían sido muy prósperos gracias al capitalismo y que luego se vieron lastrados por décadas de estatismo y socialismo.
El Reino Unido, cuna de la revolución industrial, fue la potencia económica hegemónica del siglo XIX. Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, el Partido Laborista de Clement Attlee puso en marcha un ambicioso programa de nacionalizaciones: bancos, aviación civil, carbón, telecomunicaciones, ferrocarriles, transporte, electricidad, gas, hierro y acero pasaron al control estatal. Antes de la llegada de Thatcher, la inflación había alcanzado el 27 %, la fiscalidad para las rentas altas era del 83 % y quienes tenían ingresos de capital estaban sujetos a un tipo máximo del 98 %. Un 30 % de los trabajadores dependía directamente de empresas públicas, la productividad estaba estancada y la deuda seguía creciendo.
Argentina, por su parte, fue a comienzos del siglo XX uno de los países más ricos del mundo, con una renta per cápita comparable a la de Estados Unidos. La expresión «riche comme un argentin» (rico como un argentino) era habitual en Europa. Pero la deriva cambió con la llegada de Juan Domingo Perón a la presidencia en 1945. Su agenda fue la del gran Estado: nacionalizó la compañía telefónica, los ferrocarriles, la energía y la radio privada; entre 1946 y 1949 el gasto público se triplicó; y el número de empleados estatales se disparó, pasando de 243.000 en 1943 a 540.000 en 1955. La tendencia se mantuvo durante décadas y, cuando Milei llegó al poder en 2023, el país sufría una inflación del 25 % mensual, un 40 % de la población vivía en la pobreza y la deuda nacional se encontraba fuera de control.
Tanto Thatcher como Milei estaban convencidos de que solo reformas capitalistas radicales podían cambiar el rumbo. Ella se inspiraba en pensadores como Friedrich Hayek y Milton Friedman, con quienes mantuvo trato personal, además de acudir con frecuencia a encuentros organizados por think tanks como el Institute of Economic Affairs o el Adam Smith Institute. Milei, economista él mismo, se formó en la tradición de la Escuela Austriaca, en la que también brilló Hayek, y alcanzó la presidencia gracias al trabajo previo de centros de pensamiento libertarios como la Fundación Libertad y Progreso.
Los estilos políticos también guardan parecidos. Thatcher era implacable en su rechazo al comunismo —«Odio a los comunistas», llegó a declarar— y se enfrentó incluso al establishment de su propio partido para romper con la política de compromisos con la izquierda. Milei advierte constantemente contra el riesgo de ceder un ápice a sus adversarios, convencido de que lo aprovecharían para contraatacar con más fuerza. Ambos compartían, pues, la idea de que con el socialismo no se pacta, se combate.
Las recetas fueron parecidas: menos Estado y más mercado. Thatcher redujo el gasto, estabilizó la libra, recortó impuestos y privatizó un amplio abanico de empresas públicas, al tiempo que plantaba cara a unos sindicatos que habían alcanzado un poder inédito en el mundo desarrollado. Milei, con sus diferencias de contexto, ha puesto en marcha un programa que también incluye drásticos ajustes fiscales, liberalizaciones y el enfrentamiento con una clase política que, durante décadas, ha explotado el aparato estatal en beneficio propio.
Philipp Bagus, profesor de Economía en la Universidad Rey Juan Carlos, que conoce bien a Milei y le ha dedicado un libro, lo resume así: «Thatcher demostró que es políticamente posible romper el poder de los sindicatos privilegiados que mantenían a todo un país como rehén. Algo parecido está ocurriendo ahora en Argentina, donde la clase política, incluidos los sindicatos, llevaba años explotando a los trabajadores. Milei está haciendo retroceder a esa élite del mismo modo en que Thatcher lo hizo con los sindicatos».
Si Milei consigue culminar con éxito su programa, los nombres de ambos quedarán asociados en la historia. Quizá la sombra de la guerra de las Malvinas impida a argentinos y británicos reconocer plenamente esas similitudes, pero no cabe duda de que la Dama de Hierro y el economista libertario comparten mucho más de lo que podría parecer a primera vista.
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